Vivimos en una realidad altamente tecnológica donde predomina una cantidad impresionante de flujo de información, pero eso no significa que nos comuniquemos efectivamente. Existen muchos retos y problemas que impiden que exista una comunicación eficiente entre dos o más personas y, más importante aún, una comunicación con uno mismo que sea saludable. A menudo lo que comunicamos es negatividad, juicios de valor y estereotipos, hacia nosotros y hacia los demás.
“La aptitud para la comunicación es la más importante de la vida”, según el libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” de Stephen R. Covey. Necesitamos comunicarnos para nuestras necesidades más básicas y para lograr cualquier acción en la vida. Una de las destrezas más importantes para lograr buena comunicación es la inteligencia emocional, esa capacidad de reconocer y manejar nuestras emociones y las emociones de los demás. Este término lo popularizó Daniel Goleman y uno de los aspectos más significativos que destaca es la capacidad de autoregularnos y lograr inhibir la impulsividad.
La comunicación es una habilidad esencial para cualquier entorno laboral. Un artículo publicado en Forbes en 2019 indica que la colaboración, la comunicación verbal, la comunicación escrita y la empatía son de las doce destrezas más importantes para tener éxito en el entorno laboral. Otro artículo, publicado en CNBC.com, hace referencia a un estudio de 2016 publicado en el Journal of Education, que encontró que los gerentes prestan especial atención a las habilidades de comunicación al evaluar a un empleado.
Las personas que no cuentan con las destrezas de inteligencia emocional y comunicacional expresan conductas que son contraprudecentes y tóxicas para ellas y para los demás. Lo identifico como un tipo de analfabetismo emocional y comunicacional. Me atrevo a decir que los porcientos que existen de problemas familiares, de pareja y laborales, así como algunas enfermedades, seguirán en alzada a menos que logremos atender este asunto.
Los síntomas que reflejan los analfabetas emocionales y comunicacionales pueden incluir la insensibilidad, la apatía y la arrogancia los cuales se convierten en obstáculos para una comunicación efectiva y saludable . Les adelanto que el proceso de salir de esa realidad puede ser difícil, pero no es imposible. Aunque es una situación que afecta a personas de distintas edades, preferencias, profesiones y trasfondos, es posible remediarlo si uno adopta ciertos estilos de vida más saludables y busca herramientas (muchas veces gratuitas) que hoy día están más accesibles.
Creo en el poder de la educación y de la acción ciudadana informada como estrategia para vencer este problema. Algunas de las soluciones que están disponibles son la escucha activa, que fomenta la empatía y el respeto. Además, está el poder adquirir inteligencia no verbal para captar y atender adecuadamente las señales que se expresan más allá de las palabras.
Los estudios más reveladores de la epigenética, la neuroplasticidad y otras ciencias evidencian el poder de la transformación del cerebro una vez se expone a experiencias nuevas y a lenguajes diferentes. Si logramos dedicarle tiempo, esfuerzo y dinero a educarnos para alfabetizar más individuos, familias, comunidades, sociedades y culturas en las emociones (las propias y las ajenas) y en la comunicación efectiva (con uno y con los demás seres que nos rodean), pronto se erradicaría el problema.
Los beneficios son infinitos porque la mejora del individuo, ayuda a mejorar la comunidad y, por ende, la sociedad. A nivel colectivo, está claro que si nos comunicamos mejor entre nosotros obtendremos mejores resultados. A nivel individual, hay múltiples estudios que correlacionan la efectividad en la comunicación con aspectos positivos como la buena salud y mejores oportunidades laborales.
*La autora posee certificaciones como Conferenciante de Violencia y Medios; Alfabetizadora Mediática del
Center for News Literacy de la Universidad de Stony Brook; y Comunicación y Liderazgo, de Decker Communications. Tiene un bachillerato y una maestría en Comunicaciones y ha trabajado en el Centro de Periodismo Investigativo, la Fundación Flamboyán, el Centro para la Libertad de Prensa y la Fundación Kettering, entre otros. Fue seleccionada en el 2012 como
Global Shaper, una iniciativa del Foro Económico Mundial y como
Thought Leader in Media en el 2011, de la organización
Images and Voices of Hope. Actualmente se dedica a ofrecer consultoría y talleres de manejo efectivo de comunicaciones a individuos y corporaciones.