¿Alguna
vez te has criticado o comparado con otras personas? La respuesta probablemente
sea que sí, pues estas prácticas son más comunes de lo que creemos y las
comenzamos a adoptar desde edades tempranas.
Las implementamos, casi a diario, hacia la persona más importante con la
que tenemos que aprender a comunicarnos efectivamente: hacia nosotros. En
ocasiones, se pueden convertir en hábitos que desarrollamos, pero son muy
tóxicos para nuestro ser.
Existen
muchas herramientas y diversas técnicas que pueden beneficiar nuestra
comunicación interna y externa para evitar las prácticas mencionadas, ya que
son perjudiciales para nuestro bienestar y nuestra salud. Una de ellas es la
comunicación no violenta o compasiva, que divulgó el sicólogo estadounidense
Marshall Rosenberg, quien creció en las calles de la ciudad de Detroit en
Estados Unidos, donde reinaban la violencia y la pobreza.
La comunicación no
violenta o compasiva es un lenguaje o un proceso que nos lleva a dar desde el
corazón y parte de la premisa de que todos los humanos somos seres compasivos. Es una forma de ver la vida y de ver a los
demás sin juicios, ni valoraciones, ni estereotipos. Sin embargo, no es tan
fácil como parece. Entonces, ¿cómo podemos lograrlo? Hay cuatro pasos
fundamentales para poder practicar este acercamiento.
Lo primero es que
debemos enfocarnos en observar sin evaluar nuestras acciones y las de
las otras personas. Esta es una de las
habilidades más importantes de una comunicación efectiva, aunque es difícil de
implementar porque desde pequeños aprendemos a juzgar. Lo segundo tiene que ver con poder expresar
nuestras emociones, lo que sentimos de manera clara y honesta.
En tercer lugar, se
encuentra nuestra capacidad de expresar nuestras necesidades, lo que
demandamos en un escenario específico. Hay múltiples necesidades que el ser
humano busca atender a lo largo de su vida. Algunas de estas son las más
básicas como las fisiológicas, pero existen muchas otras más complejas como la autonomía,
la aceptación y la autorrealización. Por último, el cuarto paso es solicitar
una acción concreta a nuestros receptores, aquellas personas con las que
nos comunicamos. Esta petición se
recomienda que sea en lenguaje positivo y enfocada en lo que queremos lograr y
no en lo que no deseamos.
Este acercamiento
requiere honestidad y empatía. También depende de expresarnos, por un lado, y
por otro, de escuchar atenta y compasivamente a los demás. La comunicación no violenta o compasiva se ha
implementado en múltiples ciudades de Estados Unidos y en lugares tan distantes
como la República de Ruanda en África. Ha
sido efectiva en entornos personales, familiares, comunitarios, empresariales y
hasta en cárceles. Es una manera de ver la vida con una perspectiva mucho más
sana y saludable para enfrentar la realidad que vivimos que está llena de mucha
violencia en distintas manifestaciones. Los exhorto a buscar información al
respecto y aplicarla día a día. Verán resultados positivos para sus vidas
porque es una herramienta poderosa.
Este próximo martes, 3
de noviembre y el jueves, 5 de noviembre, de 7:00 a 8:00 p.m., respectivamente,
llevaré a cabo un taller intensivo de comunicación efectiva que incluye el tema
de la comunicación no violenta o compasiva. Si te interesa participar,
comunícate al (787) 420-4939 o a comunicarteanette@gmail.com.
*La autora posee certificaciones como Conferenciante de Violencia y
Medios; Alfabetizadora Mediática del
Center for News Literacy de
la Universidad de Stony Brook; y Comunicación y Liderazgo, de Decker
Communications. Tiene un bachillerato y una maestría en Comunicaciones y ha
trabajado en el Centro de Periodismo Investigativo, la Fundación Flamboyán, el
Centro para la Libertad de Prensa y la Fundación Kettering, entre otros. Fue
seleccionada en el 2012 como
Global Shaper, una iniciativa del Foro
Económico Mundial y como
Thought Leader in Media en el 2011,
de la organización
Images and Voices of Hope. Actualmente se
dedica a ofrecer consultoría y talleres de manejo efectivo de
comunicaciones a individuos y corporaciones.